sábado, 8 de noviembre de 2008

La opinión de la Iglesia acerca del Tráfico de bebés.

La Iglesia considera que La dignidad de la persona humana esta hecha a imagen y semejanza de Dios. Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y el dominio de sus actos.
El tráfico de personas, propiciado por una cultura economicista y materialista, que ha olvidado el carácter sagrado y la dignidad de la persona humana, es una de las más escandalosas formas de reducción del ser humano a pura mercancía.
A causa de su dignidad personal el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa.
El tráfico de personas considera al ser humano como una cosa, un objeto de explotación comercial, un instrumento de interés egoísta, o de sólo placer.
El trafico de bebes constituye un atentado a los derechos humanos

Es importante reconocer que la explotación sexual, la prostitución y el tráfico de seres humanos son actos de violencia contra las mujeres y, en cuanto tales, constituyen una ofensa a la dignidad de la mujer y son una grave violación de los derechos humanos fundamentales.

La Iglesia tiene la responsabilidad pastoral de promover la dignidad humana de las personas explotadas mediante la prostitución, y de abogar por su liberación y porque reciban un apoyo económico, educativo y formativo. La Iglesia debe asumir la defensa de los legítimos derechos de las mujeres.

Además, para responder a las necesidades pastorales de las mujeres de la calle, la Iglesia debe denunciar proféticamente las injusticias y la violencia perpetradas contra las mujeres, dondequiera que sea y en cualquier circunstancia que se presente. La Iglesia debe invitar también a los hombres y mujeres de buena voluntad a comprometerse a sostener la dignidad humana, eliminando la explotación sexual de las mujeres. Lo hace ofreciendo una gran variedad de servicios, mediante grupos de ayuda social, centros de consulta, lugares de acogida y casas seguras, así como con programas de formación e instrucción para las mujeres de la calle. Los miembros de las órdenes contemplativas manifiestan su solidaridad sosteniéndolas con la oración y, cuando es posible, con la asistencia económica.
Los programas de formación para los agentes de pastoral son necesarios para desarrollar técnicas y estrategias con el objeto de luchar contra la prostitución y el tráfico. Son maneras importantes de comprometer a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos en la prevención y reintegración de las víctimas.

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